dijous, 8 de desembre del 2016

MUNDO: La destrucción de Siria para la construcción de un mundo multipolar.

Tras la caída de la Unión Soviética ninguna potencia parecía poder hacer frente a EUA. No obstante, la correlación de fuerzas a nivel internacional cambió rápidamente con el (re)surgimiento de nuevos actores (principalmente Rusia y China), los cuales están buscando, hoy en día, una reconfiguración del orden mundial que tome en cuenta sus intereses.
En 2014, en respuesta al golpe de Estado patrocinado por EUA en Ucrania, el cual llevó al poder a los grupos pro-occidentales y nacionalistas, Rusia intervino: se apropió la península de Crimea y brindó apoyo a los rebeldes pro-rusos del este del país. En 2015, en respuesta a los intentos de EUA de derrocar al régimen sirio apoyando a los grupos rebeldes y opositores e incluso terroristas, Rusia intervino: emprendió una operación militar en auxilio del gobierno de Bashar al Assad.

En ambos casos, y no son los únicos, el poder de los EUA fue desafiado. Su inquebrantable hegemonía se vio quebrantada. Sus anhelos imperiales chocaron con otros anhelos imperiales.




La intervención rusa en Siria y en Ucrania es una muestra clara de que Rusia está exigiendo su lugar en el mundo como un nuevo centro de poder; está exigiendo que EUA y las potencias europeas respeten sus intereses en el extranjero y lo que considera su zona de influencia; está exigiendo un estatus global igual que sus pares occidentales.

De esta forma, Siria pone con su destrucción, sufrimiento y cadáveres los dolorosos cimientos de un nuevo orden mundial. El mundo multipolar se abre paso con guerra, violencia y barbarie. La hegemonía estadounidense decae en el mundo justo como ascendió, “chorreando sangre y lodo por todos sus poros”.

Y aunque la multipolaridad es preferible a la unipolaridad, poco es lo que se ofrece a los países que no cuentan con una fuerza política, económica o militar importante. Lo que está en juego es la reorganización del sistema internacional por parte de las potencias: el resto del mundo, que son la mayoría de los países, siguen estando en segundo plano, a la sombra de los viejos o nuevos centros de poder. 

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