diumenge, 17 de setembre del 2017

La patria es ahora por Ilka Oliva


Cuando ganó las elecciones Otto Pérez Molina, pensé que Guatemala había tocado fondo, una sociedad que fue incapaz de enjuiciarlo por los crímenes de lesa humanidad lo estaba llevando a la presidencia, aquello fue una puñalada por la espalda a los familiares de las víctimas y una falta a la Memoria Histórica y a la dignidad, de por sí.

Nos lo tuvimos que calar hasta que a saber ni cómo la justicia empezó a resollar, una justicia vapuleada, mancillada, desaparecida, enterrada en cuanta fosa clandestina existe en la historia guatemalteca. Una mancilla con rostro de niños agonizando por hambruna, de niñas vulneradas en lo más puro de su ser, de campesinos y jornaleros explotados históricamente. De miles de migrantes que en el desarraigo de la diáspora y el sacrificio de las remesas, sueñan con el retorno a la patria que los echó.




Pensé que habíamos tocado fondo pero por el contrario, el acabose fue que se rajaron a ir a por una Asamblea Nacional Constituyente (porque decir revolución ya son palabras mayores) y en nombre de Dios y el petate del muerto votaron por Jimmy Morales, que era peor que Pérez Molina, por solapar el Genocidio negándolo y el oportunismo de ultrajar una vez más a ese suelo que ha visto correr tanta sangre. Desleal a la patria, a la identidad y afín a la injusticia y a la corrupción. Un personaje dantesco ad hoc a esa parte de la sociedad fanática y manipulable, en nombre del odio y el petate del muerto.

De esa sociedad recalcitrante ya no sorprende nada, es la alfombra por donde desfilan los que hacen de la fe y la doble moral las armas más poderosas para saquear a un pueblo.

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