Cunde la muy cuestionable idea de que se trata de desprestigiar a las ONG tras los casos de explotación sexual de varios trabajadores de Oxfam en Haití.
Después se han conocido los hechos, han aparecido más denuncias de explotación sexual, e incluso se ha acusado a algunos miembros de amenazas a los testigos. Y aparece una evidencia dolorosa: el problema no es que uno o varios miembros de la ONG explotaran sexualmente a aquellas personas a las que debían proteger –para lo cual además usaban fondos para la cooperación y otros procedentes de la ciudadanía–; el problema es el silencio de la organización, la “salida digna” para el presunto abusador, o sea la participación activa de Oxfam en el asunto. Pero es que, además, el hecho de que tal abuso no se considerara digno de denuncia e investigación por parte de las autoridades públicas, despierta la duda sobre qué consideración les merece a los directivos de una de las mayores ONG del mundo la población de esos países a los que, en teoría, socorre.
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