Mujeres migrantes en redes de trata, menores refugiados que se enfrentan solos a la indefensión, hombres sin recursos, engañados y hacinados en pisos. Así es la realidad de la Europa que no queremos ver.
Que al hablar de esclavitud pensemos en África, Asia y alguna zona de América Latina no deja de ser un estereotipo. Porque la esclavitud, esa práctica laboral asfixiante por la que se cobra un sueldo mísero, o ni eso, ahora es moderna. Y la tenemos aquí mismo.
En el mundo, son 40 millones de personas las que están sometidas a la esclavitud moderna, matrimonios y trabajos forzosos, según la ONG Walk Free Foundation. Pero esos 40 millones no se concentran en ciertos puntos del planeta, sino que viajan a donde sea con tal de escapar de sus lugares de procedencia, que suelen ser siempre los mismos: países y zonas de conflicto, miseria y autoritarismo.
La inmigración, lejos de venir “a quitarnos el trabajo”, como defiende la extrema derecha europea, llega al continente para ser maltratada laboralmente.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada