divendres, 15 de febrer del 2019

Venezuela, una nación bajo asedio


Dice un conocido adagio filosófico-político que la única verdad es la realidad. Sin embargo, la realidad admite distintos matices – incluso encontrados- de acuerdo a los ojos que miran, según evidencia la misma realidad. Ojos que perciben, filtran y opinan según valoraciones e intereses que viven detrás de los globos oculares. Puede además afirmarse como obvio que lo que esos ojos perciben, cualesquiera sean sus preferencias ideológicas, moldes de pensamiento, matrices de formación o herencias culturales es, en todos los casos, apenas un recorte parcial de la realidad. Aún así, hay una enorme distancia entre la diversidad de miradas sobre el mismo hecho y una lisa y llana mentira. Y esto último, la mentira, en sus también diversos formatos, es lo que habitualmente vemos y escuchamos sobre Venezuela a través de los medios hegemónicos de confusión.




Venezuela es un país cuyo pueblo y gobierno están bajo asedio. Prácticamente desde el mismo momento en que comenzó a desandar la vía bolivariana, asumiendo una indómita aspiración de emancipación del dominio económico y político de los círculos elitistas y de la visión dependiente de los intereses de Estados Unidos en el Caribe y América Latina.

La rebelión popular conducida por Hugo Chávez Frías le valió el inmediato rechazo de los sectores privilegiados, sectores que se habían repartido el botín económico y político a lo largo de cuarenta años mediante el Pacto del Punto Fijo, sellado luego de la caída del dictador Pérez Jiménez. Modalidad no muy distinta al bipartidismo –a imagen y usanza norteamericana- que en muchas naciones latinoamericanas supuso un remedo de democracia. Para que nada cambie y para que parezca que el pueblo decide.


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