dijous, 4 de juny del 2020

La ciencia rehén o cómplice de un mismo virus, el capitalismo


El ser humano podría parecer una especie privilegiada, favorecida por la evolución tras años de errores adaptativos y que aparenta haber adquirido el máximo perfeccionamiento al que pueda aspirar un ser vivo. Por un lado, ha llegado al extremo de poder modificar a voluntad las condiciones en casi cualquier rincón del planeta para adaptarlo a sus necesidades, demostrando así su control sobre el ambiente.

Los humanos hemos convertido desiertos en zonas habitables, se han explotado bosques y selvas enteras para extraer recursos materiales y energías y han domesticado especie animales y vegetales para poder alimentarse de ellos. Pero también ha hecho lo inverso y se puede decir sin ninguna duda que es la única especie que puede transformarse en su no-ser. Es decir, se puede deshumanizar a sí misma.




Por el otro lado, el ser humano se ha adentrado en el siglo XXI en una nueva era en la que es capaz de actuar sobre la biología del resto de las especies. Con ello no solo ha alterado su evolución y adaptación, sino que todos aquellos organismos que le rodean y conforman la biosfera en su conjunto, desarrollando así un control sobre sus genes y la forma en la que manifiestan.

Sin ir más lejos los humanos han creado vacunas a partir de virus y bacterias existentes que ahora le protegen de las enfermedades que provocaban ellos mismos. Además de diseñar y modificar variedades de alimentos proporcionando vitaminas que inicialmente estaban desprovistas.

Para llevar a cabo estas hazañas el cerebro ha sido el estandarte con el que vencer cualquier obstáculo que pudiera interponerse en su camino y la tecnología, su mejor aliada en este empeño.

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