
Por lo tanto no es sorprendente que los expertos en alimentos y energía comiencen a advertir de que 2011 podría ser el año en el que viviremos peligrosamente, y lo mismo podría ser en 2012, 2013, etc., en el futuro. Hay que añadir los costes disparados de los granos que mantienen viva a tanta gente empobrecida, un aumento similar de los precios del petróleo -que de nuevo se acercan a niveles no vistos desde los meses de punta de 2008–, y ya se pueden escuchar los primeros ruidos del peligro inminente de que colapse la débil recuperación económica. Y esos crecientes precios de la energía agregan más leña al descontento global.
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