Los pueblos del mundo se encuentran convulsionados, los cinco continentes están en mayor o menor medida, viviendo una etapa de ebullición popular. La queja inerte, la protesta individualista, egoísta y bucólica ceden su espacio a la indignación, al hartazgo, a la acción ciudadana conjunta y espontánea. La espontaneidad es un arma contra la que el poder económico pierde precisión, no le da tiempo a establecer estrategias, a tejer sus telarañas de engaño mediático.
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