El mes de abril ha sido particularmente trágico en el mar Mediterráneo. Centenares de muertos se unieron al constante y anónimo goteo de víctimas mortales reclamadas por la frontera y las políticas que la regulan. Por una vez la magnitud de la pérdida de vidas resultó en cierto debate público en los países europeos. “Algo se estará haciendo mal” fue el tenor de la prensa biempensante, cuando detrás del horror vivido cotidianamente en el Mediterráneo se esconde una maquinaría pensada, diseñada y puesta a punto precisamente para un fin muy concreto: la defensa de la fortaleza europea contra una migración declarada “ilegal”. Cueste lo que cueste.
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