Partiendo de Gramsci, debemos ir más allá de sus limitaciones y entender que, en realidad, los cristianos pueden aprender mucho de la crítica marxista al capitalismo, y los marxistas (y otros anticapitalistas) deben aprender mucho de la genuina praxis cristiana si quieren conocer alguna vez el socialismo.
Sólo construiremos una nueva y más evolucionada sociedad si comenzamos a cimentarla desde nuestro día a día y no cuando alcancemos el poder. Porque si dejamos esa titánica tarea para después, no habrá cimientos que tras su conquista puedan sostenerla. Para que perdure se precisa de nuevos hombres y mujeres, con nuevas formas de sentir.
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