¡Felicidades, Comandante en Jefe!
Hace algo más de medio siglo, cuando en los hogares latinoamericanos se celebraba el comienzo del nuevo año, una buena nueva ocurría en Cuba: un ejército guerrillero de base social campesina triunfaba en la isla caribeña liberando al país de la tiranía batistiana. Se inauguraba así un proceso político que no pretendía sólo derrocar a un dictador, sino que buscaba seguir una línea consecuentemente revolucionaria: transformar profundamente la sociedad en beneficio de las grandes mayorías.
Este triunfo de las fuerzas populares, encabezadas por el Movimiento 26 de Julio y dirigidas por el joven abogado Fidel Castro Ruz, despertó la simpatía de la mayor parte de la izquierda occidental, pero muy especialmente de la izquierda de América Latina. Era una luz que asomaba en el oscuro ambiente conservador que entonces se vivía en el subcontinente
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