dimarts, 14 de febrer del 2017

COLOMBIA: LAS VIOLENCIAS CONTRA LAS MUJERES SON UN FENÓMENO POLÍTICO Por Andrea Marcela Barrera



No es gratuito que tengamos miedo de salir solas a la calle o coger un bus en la noche. Como bien lo han demostrado muchas feministas, no todas “necesitamos” ser golpeadas o violadas para sentir miedo, para sentir que debemos comportarnos de una determinada manera, en parte, para ser “buenas mujeres”. Y si de pronto algún día osamos pensar “que nos vale un carajo ser buenas mujeres”, no nos afanemos, recibiremos un insulto o un golpe que nos “recordará”, que “sí, claro que sí queremos ser buenas, muy buenas mujeres”.




Que a las mujeres se nos golpea, ultraja y asesina cotidianamente no es un secreto. Al contrario, es una verdad que, de una u otra manera, todas y todos conocemos, pues cada vez que un crimen escalofriante capta la atención de los medios de comunicación, se publican y se repiten incesantemente cifras propias de una historia de terror. Entre esas cifras encontramos, por ejemplo, que a pesar de la aparente disminución de los feminicidios en Colombia, desde el 2008 la tendencia de este crimen contra las mujeres no ha variado, que cada tres días una mujer es asesinada por ser mujer (feminicidio) y que el 80% de ellas mueren a manos de su ex(pareja) –hombre, lo cual pareciera una evidencia (¡aunque claramente no lo es!), pero que, al no ser dicha, contribuye al ocultamiento de quienes ejercen mayoritariamente las violencias contra las mujeres. Y, sin embargo, a pesar de ser enunciadas y repetidas hasta el cansancio, ni estas cifras ni las historias tremendamente dolorosas de mujeres y niñas asesinadas, suelen contribuir al reconocimiento del carácter político de las violencias contra las mujeres.

 Que como “bien” dicen por ahí: “entre más te quiero, más te aporrio”, ¡qué belleza esa –asquerosa- forma de querer!). Que cada tres días, una mujer sea asesinada por ser mujer puede ser muchas cosas, pero no es excepcional. Que, en ese mismo sentido, cada tres días un hombre, sí, un hombre (para evitarnos confusiones) asesine a quien es su pareja o lo fue, que sienta que puede (y debe -¡!-) acabar con la vida de esa mujer, puede ser muchas cosas, pero no es excepcional. Es trágica y dolorosamente frecuente, recurrente, “normal”.



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