dimarts, 4 d’abril del 2017

AMÉRICA LATINA: RESISTIR GOBERNANDO


En la política, el acto de resistir siempre estuvo estrechamente vinculado con ser una fuerza subalterna y opositora. Desde las corrientes progresistas se resistió durante mucho tiempo frente a las dictaduras que hubo en América Latina en la segunda mitad del siglo XX. Pusieron los muertos, los desaparecidos y los exiliados. A pesar de ser una gran mayoría la que se oponía a esos regímenes totalitarios, se estuvo siempre condenado a estar en un rincón del cuadrilátero soportando golpes tras golpes. Y eso inevitablemente se quedó como parte de la subjetividad de la izquierda. Caló fuertemente esa idea de situarse como algo marginal, sin posibilidad de tener acceso al poder, siempre en lucha contra aquellos que gobernaban.




Luego, años después, las mayorías sociales también tuvieron que soportar el tsunami neoliberal durante décadas. En ese tiempo, la izquierda latinoamericana resistió como pudo, pero siempre siendo oposición. Marchas y huelgas conformaron parte de la dinámica opositora frente a las políticas económicas contrarias a las necesidades de la ciudadanía. En gran medida, toda esa actividad política discurría por afuera de las instituciones y partidos tradicionales. Las calles y las plazas concentraban demandas y protestas.

La resistencia fue la esencia de ese nuevo actor constituyente contra hegemónico. Aún quedaba muy lejos la idea de llegar a tener el poder político suficiente para cambiar realmente las cosas. Durante ese ciclo largo de restauración conservadora, la resistencia quedó muy circunscrita a una tarea opositora. La única excepción prolongada fue Cuba que supo resistir a adversidades de todo tipo desde una posición de gobierno. Pero en el resto del continente, en esos años, resistir desde la oposición era lo más común. Nos acostumbramos a considerarnos fuerza residual. Parecía impensable construir una mayoría política y electoral a pesar de tener una amplia fuerza social.

Sin embargo, esa época terminó con la llegada del siglo XXI. Seguramente fue Chávez el primero que tuvo muy claro que había que tomar el poder político para transformar. A Chávez le siguieron Lula, Néstor, Evo, Correa.

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