dimarts, 2 de maig del 2017

GANAR POR LA MÍNIMA


En la final del último mundial de fútbol, Alemania ganó a Argentina con un único gol de Mario Götze, en el minuto 113, durante la prórroga. En la edición anterior, España se llevó el campeonato también en el tiempo extra, minuto 116, con gol de Iniesta. Así es el deporte. Vale ganar por la mínima y en las postrimerías del partido. Y después de un tiempo, todo queda en el olvido. Solo el campeón permanece para la posteridad.

La democracia liberal tiene reglas parecidas cuando se trata de resolver cualquier disputa electoral. Se vale ganar incluso por un voto. La matemática cuenta para dirimir un estrecho resultado. A lo largo de la historia, hubo muchas situaciones en las se que necesitó foto finish para proclamar al Presidente electo: en 1960, en Estados Unidos, Kennedy ganó por 49,7% – 49,6% a Nixon; en Francia, en 1974, Giscard d’Estaing venció por un margen de un 1,6% a Mitterrand; en Alemania, en el año 2002, la diferencia entre Schröder y Stoiber fue de unos escasos 6.000 votos. En definitiva, la diferencia sí que importa pero no es definitiva para elegir al Presidente de un país. Al final de cuentas, siempre ocurre lo mismo: gana uno y pierde el otro.




En estos últimos años, en América latina, también han acontecido hechos muy parecidos. Sin embargo, dependiendo del signo político del ganador, los resultados se aceptan con más o menos tolerancia democrática. Lo último fue lo ocurrido en Ecuador: Lenin Moreno superó a Guillermo Lasso por más del 2%. Los perdedores cuestionaron los resultados sin ninguna evidencia. En el año 2013, en Venezuela, Maduro ganó a Capriles por un 1,5% y, nuevamente, los derrotados no quisieron aceptar el veredicto del electorado. Justo lo contrario sucedió en Argentina, cuando ganó Macri frente a Scioli, en segunda vuelta, por un ajustadísimo 2,8%. Nadie dudó de los resultados a pesar que los seguidores de Macri fueron preanunciando fraude durante toda la jornada electoral por si acaso acababan perdiendo. En Bolivia, en febrero de 2016, en el referendo sobre la repostulación de Evo Morales como Presidente, ganó el No por un exiguo 2,6%, y nadie apeló al fraude.

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