Si dos conclusiones se pueden sacar de la crisis en Ecuador son que el Fondo Monetario Internacional (FMI) se ha convertido nuevamente en un arma de destrucción masiva de nuestros pueblos y que las recetas neoliberales aplicadas por gobiernos de derecha provocan la pérdida de soberanía, inestabilidad social, económica y política de nuestros países.
Ecuador vive una profunda conmoción. De un lado el sistema de poder, del otro el pueblo, con dos manifestaciones diferenciadas: una corriente identificada con progresismo e izquierda, la otra con el poderosos movimiento indígena.
Los sucesos muestran una profunda inestabilidad y crisis de gobernabilidad que va mucho más allá de la coyuntura y que afecta a toda la región. La insistencia de los gobiernos de derecha de imponer paquetes de medidas diseñadas por el FMI que supone reformas estructurales en la economía, acompañadas de reformas laborales y tributarias es el combustible habitual.
La protesta ecuatoriana no es sólo una reacción contra el aumento en los precios de los combustibles, sino al mal gobierno de Moreno, acusado de estar incurso en actos de corrupción, quien se recostó en los grandes grupos empresariales, financieros y mediáticos, el poder fáctico del país.

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