EL INTERÉS GENERAL
La noción de «interés general», cuestionad a por la cultura anglosajona desde la traumatizante experiencia de Oliver Cromwell, se hace indispensable cuando se trata de protegerse de una pandemia. En el Reino Unido, el primer ministro Boris Johnson, está teniendo dificultades para imponer las medidas que se hacen necesarias ante la situación sanitaria, medidas de carácter “autoritario” que los británicos sólo admiten en caso de guerra.
En Estados Unidos, el presidente Donald Trump, no puede decretar el confinamiento de la población para todo el territorio nacional por ser esta una prerrogativa exclusiva de los diferentes Estados que conforman la Unión. Así que el presidente de los Estados Unidos de América se ve obligado a “torcer” los textos de leyes anteriores, como la famosa Stafford Disaster Relief and Emergency Assistance Act.
EL FIN DE LA LIBERTAD SIN LÍMITES PARA EL SECTOR EMPRESARIAL
En el plano económico, después de haber decretado el cierre de todo tipo de negocios, desde los restaurantes hasta los estadios de fútbol, ya no será posible seguir imponiendo la teoría de Adam Smith sobre la necesidad supuestamente imperiosa de dejar que el mercado sea el rector de la actividad económica. Habrá que reconocer por fin límites a la sacrosanta libre empresa. La lucha contra la pandemia ha venido a recordarnos que el interés general puede justificar la imposición de límites a cualquier actividad humana.
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