divendres, 3 d’abril del 2020

Militarismo y medio ambiente


En el militarismo, concebido en toda su amplitud, se dan la mayoría de los males que puede sufrir la humanidad. Desde la violencia propiamente dicha, a la dominación, el patriarcado y cualquier tipo de injusticia. En un plano paralelo también influye de manera decisiva, entre otras muchas más cosas, en la sobreexplotación y agotamiento de los recursos naturales —el ecocidio—, siendo un gran agente defensor del modelo económico capitalista.

La acción más visible y conocida de los ejércitos tiene, en la mayoría de casos, intereses económicos, geopolíticos y geoestratégicos. No son pocas las misiones en el exterior en las que participan muchos ejércitos apoyando al bloque de “aliados” de la OTAN. Bajo el eufemismo de “intervenciones humanitarias” y bajo el paraguas del “terrorismo internacional” como excusa, se han producido (y se siguen produciendo) gravísimas intervenciones contra países enteros, con la única intención de controlar sus recursos naturales; un ejemplo extraordinario lo tenemos en las guerras por el petróleo .




La acción más visible y conocida de los ejércitos tiene, en la mayoría de casos, intereses económicos, geopolíticos y geoestratégicos. No son pocas las misiones en el exterior en las que participan muchos ejércitos apoyando al bloque de “aliados” de la OTAN. Bajo el eufemismo de “intervenciones humanitarias” y bajo el paraguas del “terrorismo internacional” como excusa, se han producido (y se siguen produciendo) gravísimas intervenciones contra países enteros, con la única intención de controlar sus recursos naturales; un ejemplo extraordinario lo tenemos en las guerras por el petróleo .

Pero no solo de petróleo viven los países del Primer Mundo. En general, cualquier recurso valioso puede ser rapiñado pasando por encima de gobiernos y naciones. El caso de los fosfatos en el Sahara Occidental  o el coltán en África  son buenos ejemplos. Recientemente el caso del litio en Bolivia  nos recuerda que estas prácticas lejos están de concluir. 



Cabe criticar este modelo desarrollista de la economía de consumo que, deliberadamente, ignora el límite de los recursos finitos de la Tierra y pretende un crecimiento sin fin, como se dijo, a costa del expolio de otros países y del reparto desigual.

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