dilluns, 6 de juliol del 2020

Sin trabajo, semiesclavas y atrapadas en España: la dura situación de las temporeras marroquíes en Huelva


Se acaba la temporada de la fresa en Huelva. Los campos, repartidos de norte a sur por toda la geografía onubense, reposan y se vacían poco a poco del bullicio de unos meses frenéticos. Desde principios de junio, como cada año, miles de temporeros recogen sus pocas pertenencias y se marchan con destino a nuevos cultivos que precisan de mano de obra igualmente dedicada y sufrida.

Otros cientos regresan a sus hogares en una caravana eminentemente femenina porque a las temporeras, además de ganar un jornal, les espera a menudo la dura tarea de criar a los hijos que dejaron atrás y la de cuidar a unos padres que las necesitan.




Las temporeras marroquíes son el fiel reflejo de este drama humano. Éste año son más de 7.200 las que han permitido levantar una cosecha que nació condenada cuando los contagios por coronavirus comenzaron a multiplicarse en España. Llegaron como profesionales de la recogida del fruto rojo más preciado y ahora son solo mujeres atrapadas en un país que no es el suyo, sin trabajo y lejos de su hogar y de sus familias, para quienes a menudo son el único sustento.

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