En varias ocasiones hemos hablado en este blog del acaparamiento de tierras (compra de enormes extensiones de tierra productiva por parte de grandes empresas internacionales en países en desarrollo) y cómo esta práctica repercute principalmente en las mujeres, que son las que habitualmente cultivan la tierra para alimentar a sus familias.
En muchos países africanos, a esta situación se une, además, la perversa tradición según la cual, las mujeres no pueden ser dueñas de las tierras que trabajen. Una realidad que a día de hoy sigue vigente en un buen número de lugares, pese a que legalmente, tienen los mismos derechos que los hombres.
“La Constitución habla de derechos iguales para hombres y mujeres, pero a la hora de aplicar la ley, manda la tradición, especialmente en las comunidades rurales. Tiene que ver con la religión y la tradición, y siempre se favorece a los hombres”.
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