El poder real, ese que emana del dinero, el que ostenta la unión de las corporaciones que gobiernan este mundo, que ha creado una nueva religión que se llama neoliberalismo y que tiene como artículo primero y único la libertad, entendiendo como tal la vigilancia y lucha contra los estados intervencionistas, que consiste en negar la soberanía de los gobiernos para impedir el expolio de sus conquistas sociales, y la condena del pueblo soberano a una pobreza absolutamente innecesaria, a una explotación de los trabajadores que raya en el feudalismo, y a una asimetría fiscal que permite a las grandes sociedades transnacionales eludir el pago de impuestos, que recae sobre los hombros de los asalariados, ese poder omnímodo, inmisericorde y cruel, arrasa con la esencia de la democracia.
El Gran Wyoming |
Se da la paradoja de que este sistema llamado democrático convierte al pueblo soberano en testigo de su propia aniquilación a manos de aquellos gobernantes que él mismo elige y que ni siquiera tienen entre sus obligaciones el cumplimiento del programa con el que concurren a las elecciones. Es un sistema incompleto y decadente que ampara la estafa desde el poder. Esa versión del Sistema Democrático provoca que la corrupción se convierta en sistémica y sea atenuada y encubierta por los que deberían perseguirla
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