El presidente de Automovilistas Europeos Asociados, Mario Arnaldo, asegura que las empresas que instalaban el ‘sistema foto-rojo’ se llevaban entre el 20 y el 60 por ciento en comisiones.
Hay quien sostiene que los regímenes ‘democráticos’ del sistema capitalista son transparentes y honrados, a diferencia de los regímenes dictatoriales. Pero los hechos parecen demostrar lo contrario. El escándalo de la trama corrupta generalizada que afecta a cargos públicos, funcionarios o policías locales de gran número de ayuntamientos (que ha saltado a la prensa estos días y cuyo alcance veremos hasta dónde el aparato policial y judicial del Estado está dispuesto a investigar) en relación a las multas de tráfico (semáforos y radares), con empresas como Sacyr detrás de este ‘robo a mano armada’, muestra cómo, donde el capital ve negocio, siempre acaba habiendo corrupción. Y probablemente, como en otras ocasiones, si la investigación llega al final -obstáculos habrán para impedirlo- serán los corruptos -algunos- y nunca los corruptores -los empresarios- quienes acaben condenados.
Y es que el mal está en la raíz: una sociedad capitalista, gobernada por la ley de la ganancia y el poder del dinero, no puede dejar de ser corrupta -sobornar para enriquecerse-, como no puede dejar de explotar el trabajo ajeno o generar desigualdades y barbarie de todo tipo (de clase, género, origen, guerras…). Pretender lo contrario sí que parece una auténtica quimera.
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