dimarts, 15 de gener del 2019

Centros y polos en el mapa político argentino: la competitividad CFK


2019 es año de elecciones. Se cumplirán 30 años del triunfo de Carlos Menem y de la llegada del peronismo al poder luego de la dictadura militar (1976-1983). Hoy el peronismo no es el de 1989, que llegó unificado luego de una disputada interna, sino un universo fragmentado y oscilante. Un espacio que todavía no sabe donde colocar sus recursos identitarios y sus capitales políticos electorales. Si ubicarse en un centro amigable que surfee entre la globalización y el mercado interno o plantarse en el territorio resbaladizo de la izquierda argentina y pensar su mundo desde la legitimidad de lo nacional y de sus mercados internos. Pero no solo el peronismo tiene ese dilema, también lo tiene CFK quien, en caso de presentarse, no deja de leer cómo el macrismo, pese a sus magros y malos resultados económicos, construyó una legitimidad cultural significativa. CFK está ante una cuenta electoral diferente. Sabe que para disputar tiene que tensionar su núcleo progresista.



El macrismo, que parecía condenado al dictado de la irreversibilidad -esgrimido por el kirchnerismo cuando dejo el poder- avanzó con apoyo social. Todo el mundo observó entre 2015 y 2017 un bienio de grandes logros del oficialismo en torno a la adhesión electoral y a la modificación de las políticas económicas y públicas.

El 2018 fue un año de impactos severos sobre el oficialismo. Fue el año que padeció por sus promesas de campaña: la pobreza no se redujo y el crecimiento cayó. Las inversiones no vinieron. Fue, también, el año del sinceramiento del proyecto político macrista: austeridad, restricción del consumo y apuesta por sumarse a los flujos culturales y económicos de la globalización y sus mercados.

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