dissabte, 19 de gener del 2019

SALVAR DEL OLVIDO. Por Ileana Almeida*


Igual que en otras civilizaciones antiguas, los incas-quechuas de la época del Tahuantinsuyo levantaron ciudades, construyeron arquitectura monumental, sistemas de irrigación y redes de caminos, elaboraron calendarios, desarrollaron la metalurgia, la alfarería, pero no han encontrado  huellas de una verdadera escritura. Cómo se organizó un imperio tan grande sin el respaldo de escritura, es una inexplicable paradoja para los historiadores.




Sin embargo, los incas crearon singulares sistemas de símbolos con los que organizó la memoria cultural. El primero, fueron ciertas líneas imaginarias llamadas ceques que  seguían las cuatro direcciones de los caminos que salían del Cuzco y ordenaban los huacas o “lugares píos” (Bernabé Cobo). Cada huaca era cuidada por un ayllu o familia. De esta manera se llevaba la cuenta de las acequias, de las canteras, de los bosques y además se censaba a la población.

El segundo sistema fueron los quipus, cordeles de nudos para ejecutar  operaciones matemáticas complejas para llevar las estadísticas del gobierno (M. Rostworowski). Se ocupaban de ellos especialistas llamados  quipukamayuk. Se sabe que Atahualpa en prisión, los recibía para informarse de la situación del Imperio.

El tercero y más complejo, es el uso de los tucapu  (el que porta sabiduría).  Son estos, figuras geométricas enmarcadas en cuadrados  con los que se narraba los sentidos más profundos de la religión,  la filosofía y la unidad sincrética de los gobernantes y el cosmos, solo se encontraban en los vestuarios de la nobleza inca.  No eran jeroglíficos ni letras, no estaban unidos por relaciones gramaticales, más eran signos de impactante belleza formal. (Últimamente Gail Silverman afirma que los tucapu estaban ya al borde de la escritura).

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