A 83 años de su fallecimiento a manos de criminales, su legado sigue vivo en el pueblo que lo recuerda.
Madrugada del 17 al 18 de agosto de 1936. Cuatro prisioneros son llevados por los golpistas fascistas hasta la carretera que va de Víznar a Alfacar. Allí las balas hacen diana y tras el estruendo caen abatidos dejando una serena noche de verano. Podría ser una historia de tantas que se repitieron a lo largo de tres años de Guerra Civil, pero es el relato del asesinato en Granada del maestro Dióscoro Galindo, los banderilleros anarquistas Francisco Galadín y Joaquín Arcollas, y de Federico García Lorca, el poeta español más celebrado del siglo XX y símbolo de todos los desaparecidos que todavía hoy, 82 años después, permanecen en una fosa común.
Federico fue el poeta que cantó a la muerte y sin embargo no llegó a temer la suya durante los primeros compases de la Guerra Civil, tanto fue así que rechazó los ofrecimientos de México y Colombia para exiliarse. La idea de que era candidato a ser parte de un pelotón de fusilamiento no le rondó hasta unas semanas después del estallido del conflicto.

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