La suspensión de la licencia de construcción del proyecto Tía María ha originado un vendaval de opiniones. Ahora comprendemos, por todo lo que dicen, que en nuestro país manda el Hombre de las Cavernas, cuya vida giraba alrededor de las piedras. Piedras para la caza. Piedras para defender la cueva. Piedras raras para adornar el cuerpo semidesnudo. Piedras filudas para trozar carne y frutos. Piedras para atacar al enemigo. Con la gran diferencia de que el Hombre de las Cavernas del pasado era dueño de las piedras que usaba.
Mientras –a partir de la minería– países como la China avanzan hacia la tecnología 5G, nosotros, los dueños de los minerales, de la mano del Hombre de las Cavernas (sin visión de futuro y sin conciencia de Patria) avanzamos hacia la generación de los taparrabos. No hacemos ni aguja en el Perú a pesar de que tenemos más de cien universidades que fabrican ingenieros. Solo sacamos piedras y más piedras, porque el gobierno y el Congreso están llenos del Hombre de las Cavernas, sin creatividad. Porque nuestros empresarios de la Confiep son eso: el Hombre de las Cavernas. Algo más: el Perú no vende ni siquiera piedras. El que extrae las piedras y las vende son las transnacionales y a cambio dejan al país un pequeño donativo con el nombre de impuestos. Chile sí vende piedras porque es la empresa estatal la que explota los yacimientos.
El camino en la minería es la tecnología. Si nos industrializamos no sería necesario desaparecer centenares de cerros ni afectar tantos valles. Con cinco cerros tendríamos para llenar el mundo de productos derivados de los minerales y exportaríamos conocimientos y valor agregado. Y habría trabajo para cincuenta millones de personas.

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