dimecres, 18 de setembre del 2019

PARAGUAY: “Nuestra lucha es por tierra, justicia y libertad”: Comisión de Mujeres Víctimas de la Masacre de Curuguaty


“Curuguaty fue una verdadera masacre. Yo estuve ahí y me mataron a dos hermanos”, dice Martina Paredes. “Y no fue algo espontáneo, fue un montaje para terminar con el gobierno de (Fernando) Lugo y criminalizar la lucha campesina”, agrega Josefa Acosta. Ambas pertenecen a la Comisión de Mujeres Víctimas de la Masacre de Curuguaty, ocurrida en junio de 2012 en Paraguay, que terminó con 17 muertxs y una profunda crisis política y de derechos humanos en ese país. Curuguaty marcó un quiebre en el orden democrático de Paraguay y, además, es uno de los hitos de lo que muchxs llaman el “Plan Cóndor Judicial” para poner fin a los gobiernos progresistas en la región. Detrás de la matanza, hubo una fuerte organización de mujeres campesinas para cercar a la impunidad.


En el marco del Encuentro Trinacional de Defensoras Ambientales organizado por el Fondo de Mujeres del Sur y la Fundación Plurales en San Lorenzo, provincia de Salta, las referentas de la Comisión de Mujeres Víctimas de la Masacre de Curuguaty, compartieron su historia de lucha por la tierra y la búsqueda de justicia.




“En 2012, un grupo de campesinxs ocupábamos unas tierras que pertenecían al Estado paraguayo pero que se las había apropiado Blas Riquelme, un terrateniente vinculado a la dictadura de (Alfredo) Stroessner, que aunque nunca tuvo los títulos de propiedad reclamaba sus derechos sobre la tierra a través de usucapión, algo que no se puede hacer ya que se trata de tierras del Estado. En junio de ese año, consiguió una resolución para desalojar a las familias que estábamos ahí y fue muy violento. En ese desalojo hubo once campesinxs y seis policías fallecidxs. Solo una semana después se produjo el juicio político y la destitución a Lugo. Todo fue un montaje para sacarlo del poder”, relata Josefa, que a sus 27 años lleva más de 7 luchando por justicia para lxs campesinxs asesinadxs en aquella jornada. “La masacre marcó nuestras vidas. Es un dolor irreparable y una herida abierta porque hasta hoy no tenemos justicia. Pero nos queda mucho por hacer, la lucha sigue hoy más que nunca”, agrega Martina.

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