El asesinato terrorista por EEUU de Gasem Soleimani (GS), comandante de la Fuerza Quds, la rama de los Guardianes Islámicos de Irán para las operaciones en extranjero, además de ser la muerte más importante para la República Islámica de Irán (RII) después de la de Jomeini, es la convergencia de tres realidades paralelas:
La ley del proceso de tránsito de los cambios cuantitativos, en las relaciones entre la RII y EEUU, a los saltos cualitativos;
El choque entre los intereses de diferentes estados en Oriente Próximo, que albergan la mayor reserva del oro negro del planeta, desdibuja la lucha de clase de millones de sus sufridos ciudadanos, y
La determinación de EEUU, desde el fin de la Unión Soviética en 1991, de cambiar el mapa de la zona (congelado desde la desintegración del imperio otomano en 1916) y convertir a sus países estratégicos en estados fallidos controlables: Irak, Afganistán, Libia, Siria, Yemen, y ahora le toca a Irán (y por ocho motivos), mientras Turquía y Arabia Saudí ponen su barba a remojar.
El asesinato de GS el día 3 de enero es una nueva fase de este plan contra Irán, que se puso en marcha con la presidencia de Donald Trump y se intensificó el verano pasado.
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