La escuela no es un lugar; y si así fuera, convendría discutir esa idea. La escuela es un conjunto de relaciones sociales que se dan a propósito de la educación. (Juan Carlos Miranda Arroyo, 2020).
Se ha fetichizado la escuela y, por ende, se sostiene que la escuela son las paredes, el pizarrón, la tiza o el fibrón, el aula. El capitalismo muestra las mercancías acabadas para esconder las relaciones sociales que se articulan y luchan detrás de ella. Por eso, se debería pensar a la escuela en el marco de las relaciones sociales que legitima, como parte de la superestructura, y cuáles son las relaciones sociales que se tendrían que alterar y rearmar como parte de las fuerzas del pueblo.
Se ha visto una resistencia a lo tecnológico, eludiendo las necesarias discusiones sobre las nuevas perspectivas de la escuela en las necesidades del capital y la redefinición de las relaciones sociales que éstas conllevan y cómo alterarlas, cómo resistirlas, transformarlas, para generar otra escuela.
Como dice Luis Bonilla-Molina: “Sin reflexiones estructurales que les permitan comprender lo que está pasando y construir escenarios realistas, la actual aceleración del cambio les impulsa a sentirnos atacados, por ello la piel se les pone «de gallina» y reaccionan con recetas de propaganda” (Luis Bonilla, 2020a).
En ese sentido, se puede decir que “La escuela como lugar puede tratarse desde dos perspectivas distintas: la que se centra en el estudio del espacio interior de la institución, y la que pretende estudiar las relaciones entre ella y el espacio exterior (o medio, entorno, territorio …)”. (Jaume Trulla, 2004)
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada