Los países balcánicos que iniciaron los trámites de adhesión a la UE: Serbia y Montenegro, o que esperan la aceptación de su candidatura como Albania y Macedonia Norte, no parecen muy propensos a esperar un gesto de Bruselas ni de aceptar silenciosamente el desdén o el rechazo de los Gobiernos de Europa central.
Con razón, llegaron a la conclusión de que debían combatir la desesperación, el hartazgo, la desilusión provocadas por las maniobras dilatorias de sus hipotéticos “socios” comunitarios, y que su región, esta zona gris situada en los confines de la Unión Europea y el hipotético “peligro cultural o religioso” encarnado por la indeseada Turquía, debía forjar sus propias estructuras de cooperación, sin esperar el beneplácito de las “locomotoras” de la UE.

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