dimecres, 3 de juny del 2020

Antropoceno, pandemia y retorno de la naturaleza


Resulta irónico, y a la vez muy revelador de nuestra época, que el año en que el Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno iba a presentar a la Comisión Internacional de Estratigrafía una propuesta para admitirlo oficialmente como una nueva era geológica, en apenas tres meses un virus haya puesto en jaque toda nuestra dinámica civilizatoria. Lo más paradójico es reparar que “el acontecimiento”, como gusta especular en los cenáculos oligárquicos, no ha sido provocado por un 11S ciberterrorista, ni por una sublevación de la Inteligencia Artificial, ni tampoco por un accidente cósmico en el Gran Colisionador de Hadrones. Como en el final de La Guerra de los Mundos nos hemos despertado un día y, de pronto, toda la sofisticada megamáquina social está paralizada ante la irrupción de una de nuestras más viejas y trágicas compañeras de viaje: una enfermedad. Por supuesto, Antropoceno es un término políticamente problemático por diluir las responsabilidades diferenciadas en sus orígenes y sus impactos, pero dada su implantación social, recurrimos a él con todas sus deficiencias.


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Pandemias en tiempos del Antropoceno

La crisis del coronavirus ha hecho evidente que las pandemias del Antropoceno son cualitativamente diferentes a las pandemias del pasado. Al incrementarse la presión humana sobre los ecosistemas, e intensificar los procesos de concentración animal con la ganadería industrial, se multiplican las posibilidades de la zoonosis (el salto de los virus entre especies). También las de la generación de superbacterias, ese premio nefasto en el casino genético al que juega la evolución en nuestras macrogranjas. Además, el régimen de movilidad planetario que posibilitan los combustibles fósiles, especialmente la aviación, facilita que cualquier patógeno que dé el salto a una persona tenga por delante una suculenta perspectiva de reproducción biológica. Todo paciente cero es hoy la puerta de entrada a 7.800 millones de cuerpos humanos predispuestos a ser infectados.

Por ello es razonable pensar que esta pandemia no será la única. En contraposición, que su mortandad esté siendo menor a otras grandes enfermedades del pasado tiene que ver con las ventajas en términos productivos, informacionales y de conocimiento científico de una humanidad interconectada. Pero, a su vez, esta intensa interconexión explica la vulnerabilidad de nuestra economía, mucho más acusada hoy que, por ejemplo, en la gripe de 1918.


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