Los pobres tienen la culpa por ser pobres, dicen los más privilegiado
Chile es un ejemplo devastador de cuánto inciden las políticas económicas en la pérdida del equilibrio de los ecosistemas y, como consecuencia, en las catástrofes mal llamadas “naturales”. La naturaleza no reacciona como lo hace en Atacama como parte de su evolución, lo hace porque las industrias extractivas han socavado la tierra hasta romper los procesos normales de desagües y regímenes de fuentes hídricas. Así como sucede actualmente en otros países en donde la minería, los monocultivos, las hidroeléctricas y la explotación de hidrocarburos se protegen y privilegian a costa de la integridad de la tierra y de su población.
Brasil es otro ejemplo de la devastación. La Amazonia, el gran pulmón del mundo, sufre de enfisema progresivo y letal. Su biodiversidad, la más rica del planeta, ha sido objeto de una auténtica campaña de exterminio ante la pasividad de los gobiernos que comparten el enorme territorio amazónico.
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