En un encuentro sobre Ecología Profunda hace algún tiempo, de entre todos los aspectos que abarca esta disciplina, el que causó mayor impacto en todos los participantes fue un taller dedicado al dolor en el mundo. Cada uno, -más de veinte- presentaba su aportación.
Este encuentro tuvo lugar en agosto de 2014. Faltaban muchos meses para que comenzaran a llegar a las puertas de Europa, como un grito desesperado, miles de personas, familias enteras, en un estado de terror permanente, tras haber perdido todo lo que compone una vida humana medianamente digna.
Decía un niño sirio hace poco: ‘¡Paren la guerra!’. Pero desgraciadamente ahora, Occidente es tan impotente para pararla como la impotencia de esos cientos de miles de aspirantes a refugiados entre nosotros, auténtica imagen del dolor en el mundo. La ecología profunda del dolor solo es posible con sensibilidad ante el dolor ajeno; un dolor que alguna vez fue nuestro.
Europa no puede permitirse una crisis más: la humanitaria.
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