La masa de agua salada que separa a Europa de África se ha convertido en la frontera más peligrosa del mundo para los refugiados. En lo que va de 2015, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) reporta 2.748 decesos en el Mediterráneo, de los 3840 que ocurren a escala mundial. En 2014, la cifra de muertos fue de 2.223.
Los datos son demoledores: siete de cada diez muertes ocurren en la huida hacia Europa, un continente que -lejos de la solidaridad- ha empezado a tomar medidas punitivas en contra de los inmigrantes que escapan, en su mayoría, de los conflictos bélicos provocados por Occidente en sus países.
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