Acabo de terminar la lectura de la biografía de urgencia que sobre Eduardo Galeano escribió su colega argentino Fabián Kovacic. En Días y noches de amor y muerte, uno de los libros en los que Galeano repasa la memoria de sus amigos y compañeros perseguidos y asesinados por las dictaduras militares del Cono Sur, el autor reflexiona sobre lo que desde entonces fue su declaración de principios: “Aquella noche me di cuenta de que yo era un cazador de palabras. Para eso había nacido. Ésa iba a ser mi manera de estar con los demás después de muerto y así no me iban a morir del todo las personas y las cosas que yo había querido”. Vivas siguen sus palabras y su nombre.
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