El ser humano es un ser viajero. Desde la más remota prehistoria los desplazamientos y cambios de residencia de grupos humanos de unas zonas a otras han sido constantes. El mundo que hoy conocemos es fruto de nomadismos milenarios, invasiones históricas, peregrinajes de todo tipo, expediciones comerciales y colonizaciones recientes.
Tras largos estudios y debates, especialmente en los últimos 40 años, la historia y la arqueología han podido desentrañar el mapa de la movilidad humana a lo largo de toda su historia. Estudiando los marcadores del cromosoma “Y” y analizando el ADN mitocondrial, se ha llegado a un consenso general: los seres humanos modernos ocuparon África hace 150.000 años. Nuestros ancestros, quizás acuciados por el hambre y por el aumento de la población, salieron de África en diversas oleadas aprovechando las bonanzas climáticas para expandirse por el mundo. Sucesivas oleadas de homínidos, cada vez más evolucionados, siguieron avanzando en busca de mejores oportunidades de caza, hasta ocupar Europa hace unos 70.000 años y, más tarde, colonizar Asia y Australia, hace 40.000. Y tan solo hace unos 20.000 años cazadores asiáticos, que llegaron desde las tundras siberianas, ingresaron en América, atravesando el estrecho de Bering, probablemente persiguiendo grandes mamíferos, durante los periodos de glaciación cuando Siberia y Alaska formaban un solo territorio emergido por el que se podía pasar andando de un continente a otro.
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