dilluns, 28 de novembre del 2016

EEUU y América Latina más allá de Trump


Parece que ahora “todas las desgracias” que sobrevendrán serán debido a que Trump llegó a la presidencia. En lugar de acomodarnos en esta afirmación (aunque exista algo de cierto en ella), conviene comprender que hay un escenario y un proceso en el que ha sido elegido presidente: el de una retórica de libertad, igualdad y democracia repetida como mantra por el neoliberalismo, pero que contrasta con el empeoramiento de las condiciones de vida no sólo en EEUU sino a nivel global[1]. Trump se posicionó como “diferente” a los apologistas del establishment neoliberal, pero lo cierto es que no es antisistema ni tampoco revolucionario[2] (en efecto, los posibles Secretarios del Tesoro son todos millonarios y CEOs vinculados a Goldman Sachs, JPMorgan, etc.)[3]. Carecemos de certezas con respecto a lo que hará en materia de política exterior (más allá de la retórica de campaña electoral), pero hay una especie de consenso respecto de los peligros que implica Trump para América Latina. Esta  opinión, bastante homogénea por parte de los medios[4], nos lleva a visualizar procesos de larga data que parecen dejarse de lado o que quedan opacados por el triunfo de Trump:



La construcción de un muro en la frontera con México: parece que eso quedó en un segundo plano luego de la visita de Trump a México y lo afirmado en su primera entrevista como presidente. Sin embargo, se olvida que desde 1994 EEUU ha instalado vallas que hoy alcanzan 1.100 km de la frontera con México y que los operativos de control en la frontera y en territorio de EEUU han implicado la muerte de migrantes, miles de deportaciones y encarcelamientos. De modo que el muro sería “una cosa más” para preocuparnos, pero solo es la punta de un iceberg que da cuenta de una dinámica perversa en la que se oculta la funcionalidad de los migrantes en tanto fuerza de trabajo barata y descartable en el contexto de un sistema que explota al máximo las desigualdades entre centros y periferias.

Deportaciones masivas: La promesa es deportar a 11 millones de personas. Esto implicaría un fenomenal recorte de las remesas que reciben los Estados latinoamericanos (65.000 millones de dólares anuales). Lo que no se cuestiona es por qué esta gente (miles) tienen que irse de sus países: la falta de trabajo digno en las ciudades, las condiciones paupérrimas de vida en las zonas rurales, la violencia ejercida desde Estados que no se ocupan de garantizar las necesidades básicas de la mayoría de la población, etcétera.

A modo de ejemplo, es claro que la deportación de miles de guatemaltecos es algo terrible ¿pero no es igualmente escandaloso que sean los migrantes guatemaltecos los que “mantienen la macroeconomía del país?” 

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