Y lo que debe estar claro para todos, amigos y enemigos, que la Cuba de hoy es heredera fiel de lo expresado por José Martí hace 125 años: “Cuba no anda de pedigüeña por el mundo: anda de hermana, y obra con la autoridad de tal. Al salvarse, salva. Nuestra América no le fallará, porque ella no falla a América”.
Es verdad que los acontecimientos, grandes o pequeños, van jalonando la historia de los pueblos más allá de los momentos felices y los avatares que forman parte de sus destinos, construidos durante batallas miles, con sus consiguientes derrotas y victorias inevitables.
¿Por qué una nación pequeña, de pocos recursos materiales, bloqueada por el imperio más poderoso y terrible de la historia, pudo proponérselo y logró convertirse en una potencia médica que no solo garantizó la salud a su pueblo, sino que empleó sus escasos recursos para formar personal de salud para muchos países del mundo y ha contribuido solidariamente, con sus propios médicos, a mejorar la lamentable situación de salud que vivían y viven cientos de países? ¿Por qué Brasil, un enorme territorio de América, que logró su independencia decenas de años antes que Cuba, que posee enormes riquezas y un desarrollo propio de una potencia mundial, mantiene inferiores índices de bienestar de salud de su población, en comparación con Cuba ni garantiza la atención médica gratuita a toda su población? ¿Por qué no fue posible que la colaboración de Cuba con Brasil llegara mucho antes, pues apenas han trascurrido cinco años desde que la Presidenta Dilma concibiera y aprobara el Programa Más Médicos, en conjunto con la Organización Panamericana de la Salud y Cuba?
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