Hay que destinar más recursos a programas de contención de la migración en los países de origen en lugar de reforzar unas barreras que nunca serán del todo disuasorias
Una mujer coloca flores junto al cadáver de un inmigrante que murió en un naufragio cerca de la costa de Cádiz. |
La gestión de los flujos migratorios que se dirigen hacia Europa desde África no puede focalizarse en el control de las fronteras, sino en modificar las causas que provocan las migraciones. Las medidas de contención en los accesos representan solo una parte de una respuesta que debe ser global, preventiva y, en todo caso, respetuosa con los derechos humanos de quienes han emprendido un camino plagado de riesgos. El drama de los cadáveres que el mar ha arrojado sobre las playas de Cádiz y Melilla tras el enésimo naufragio nos recuerda que el más estricto de los controles fronterizos no impedirá que siga habiendo gente desesperada que intente la travesía. En este caso, lo prioritario es una política de reducción de daños, con un refuerzo de los servicios de rescate que permita evitar las muertes. En lo que llevamos de año se han perdido más de 600 vidas en la travesía.
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