divendres, 8 de febrer del 2019

Marco Avilés y la radiografía de la discriminación en el Perú


“País pluricultural y multilingüístico”, “tierra de los incas”, “nación megadiversa”, son algunas de las expresiones que se escuchan con más frecuencia cuando se hace referencia al Perú. Sin embargo, el entusiasmo que todo peruano muestra para describir su tierra natal, se desvanece cuando se trata de integrar socialmente a todos aquellos que, por su procedencia o sus costumbres ancestrales, son víctimas de la discriminación desmedida.

Durante la semana previa a los Censos 2017, la pregunta número 25 (“Por sus costumbres y sus antepasados, ¿usted se siente o se considera…?”) de la cédula censal generó una gran polémica nacional, pero con mayor énfasis en Lima, ciudad capital que tiene una población de cerca de 10 millones de habitantes, la mayoría de ellos, provenientes de diferentes regiones del país.




Para entender mejor esta suerte de negacionismo cultural, recomiendo la lectura del libro No soy tu cholo del periodista y escritor sanmarquino, Marco Avilés. El texto es una especie de crítica y protesta social que busca visibilizar por qué los peruanos, en lugar de unirnos y reafirmar nuestra identidad nacional, buscamos encontrar en los demás detalles que permitan ejercer dominio o control social recurriendo a temas como el color de la piel, lugar de procedencia, centro laboral, ingresos económicos, nivel de educación, entre otros.

En este sentido, Marco Avilés da en el clavo desde el prólogo afirmando: “Este libro tiene otra urgencia, otro mensaje. Es una invitación a mirarnos en el espejo. No pierdas el tiempo ocultándote o recriminándote. Soy cholo, mestizo, mezclado. Las palabras no te hieren si aprendes a ponerlas de tu lado. Úsalas tú antes que otros. Soy indio, quechua, serrano. Vengo de las montañas y voy de regreso a ellas. Decirlo me ha dado energía. Ahora tengo los puños en alto. No soy tu cholo”.

“El racismo es un demonio familiar. Vive con nosotros, se sienta a nuestra mesa, se echa en nuestra cama, nos susurra al oído. Lejos de enfrentarlo, hemos aprendido a disculparlo, a convivir con él, a aceptar la discriminación en las escuelas, en la publicidad, en la televisión. Este demonio le dicta a cada quien, según su piel o su origen, cuál es su lugar y cuál no lo es. Es el Virreinato que todos llevamos dentro”, sostiene el texto.

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