El talón de Aquiles de América Latina sigue siendo su sector externo. Estados Unidos (EE. UU.) es consciente de esta fragilidad y la utiliza en su provecho, como con Cuba, que lleva 6 décadas con un embargo sobre su sector externo. Todos los países que hoy son calificados como “milagros económicos” de desarrollo reciente, en gran parte lo son porque lograron disminuir la dependencia del sector externo. En efecto, la estrategia desarrollista basada en las exportaciones, no sólo es una política activa de desarrollo económico, también es una política estratégica de soberanía.
La historia de Latinoamérica ha demostrado que las crisis empiezan y terminan con un desbalance con el exterior, ya sea por una caída de los precios internacionales de las materias primas, una fuga masiva de divisas o por un descalce del financiamiento de la deuda externa. Cualquiera de estos caminos detona, en última instancia, una crisis de financiamiento de divisas y un ajuste de la economía doméstica vía tipo de cambio.
En esta breve nota, realizamos una estimación contrafáctica sobre cuál ha sido el efecto del boicot dirigido desde EE. UU. a Venezuela desde el año 2013 —y con mayor énfasis desde 2015—, cuando Estados Unidos cortó el acceso al mercado de crédito, repitiendo la receta cubana de asfixiar comercial y financieramente a la economía y a la sociedad. Empleando un modelo macroeconómico de consistencia cuantificamos cuál es el efecto del bloqueo financiero en la producción del país y, en consecuencia, sobre las condiciones del mercado de trabajo y la migración.
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